Él cree comprar La lengua del Tercer Reich de Víctor Klemperer por tercera vez. La edición de Minúscula. Duda entre la segunda y la tercera, pero su librero le dice que con ésa van tres.
De un hipotético primer o segundo ejemplar no sabe qué fue. Sí recuerda o sabe que uno lo tiene extraviado, que es un conocimiento paradójico, cercano a un problema NPI. Informado acerca de la categoría de los problemas NPI, se ignora cómo interpretaría estas siglas. Que compre repetidamente el libro de Klemperer no garantiza una lectura provechosa. Ignoramos, por otro lado, si estas siglas encuentran una correspondencia en el "universo de discurso" de los fantoches asesinos y no estamos en condiciones de recorrerlo a través de la lectura de Klemperer.
Es posible incluso que una lectura descuidada nos ponga algo borgianos. "Deutsches Requiem" o algo así: no encontramos especial rareza en los inventos lexicográficos de aquella época y aquél lugar. ¿Dónde está, Patton, tu victoria? –La evitaremos cuidadosamente, la lectura, no la victoria, que descubrió como fantoches y asesinos a aquellos ladrones enamorados del procedimiento administrativo.
Evitaremos las sospechas. Él sospechó que su destino estaba sellado (como hablamos de dos que de vez en cuando se sospechan uno, sospechamos que seguimos borgianos. Constataremos que el problema se da cuando uno sospecha que el otro no sospecha lo mismo que él), ligado al del otro con que tantos destinos había iniciado. Si cumplía un sueño, era un sueño que había sido compartido. En su sueño, se permitía (se le permitía) incurrir en este lenguaje que aquí reproducimos a falta de mejores recursos, en esta retórica más de Disneylandia que de Núremberg. En sus claras, volvía a él, pero su indulgencia era más que pasajera, merecedora apenas de consignación en estos protocolos.
Si le oía decir al otro en este sueño de los teatros que había cumplido uno, no podía sino verse a sí mismo en una soledad nunca sospechada. Ese sueño que fue el mío, que me construyó, que me ronda nocturno...
No importa lo logrado si descubrimos no haber estado allí, en el territorio del complementario imaginado, en el abandonado sueño, en el sueño del sueño abandonado, en la claudicación imaginaria de una empresa imaginaria, nuestros hechos convertidos en poco menos que humo. Nos sorprendemos minusvalorando las obras que han ido esculpiendo nuestro pequeño nombre (aunque el suyo ya no fuese exactamente pequeño, tanto daba), nos reducimos a definir nuestra antiguo orgullo como una reacción pueril.
"El sueño descabalgado, incólume, acude fantama incesante. En tu noche rondo tu sueño. Descanso no busques, eres mi obra." O algo así, las obstinadas apariciones de los teatros en sus discursos más verdaderos y, al tiempo, más falsos. (Los que hemos de destruir, contemplaciones fuera, valga este paréntesis indulgente con el género de la auto-ayuda.)
Las pesadillas hechas del lenguaje que convierte infierno y paraíso en ensueños diurnos. Doblar una esquina de ese lenguaje y vernos en esa promesa que creímos tenaz de culminación y ventura. Seguir caminando alcanzados por nuestra propia sospecha. 12:25
De un hipotético primer o segundo ejemplar no sabe qué fue. Sí recuerda o sabe que uno lo tiene extraviado, que es un conocimiento paradójico, cercano a un problema NPI. Informado acerca de la categoría de los problemas NPI, se ignora cómo interpretaría estas siglas. Que compre repetidamente el libro de Klemperer no garantiza una lectura provechosa. Ignoramos, por otro lado, si estas siglas encuentran una correspondencia en el "universo de discurso" de los fantoches asesinos y no estamos en condiciones de recorrerlo a través de la lectura de Klemperer.
Es posible incluso que una lectura descuidada nos ponga algo borgianos. "Deutsches Requiem" o algo así: no encontramos especial rareza en los inventos lexicográficos de aquella época y aquél lugar. ¿Dónde está, Patton, tu victoria? –La evitaremos cuidadosamente, la lectura, no la victoria, que descubrió como fantoches y asesinos a aquellos ladrones enamorados del procedimiento administrativo.
Evitaremos las sospechas. Él sospechó que su destino estaba sellado (como hablamos de dos que de vez en cuando se sospechan uno, sospechamos que seguimos borgianos. Constataremos que el problema se da cuando uno sospecha que el otro no sospecha lo mismo que él), ligado al del otro con que tantos destinos había iniciado. Si cumplía un sueño, era un sueño que había sido compartido. En su sueño, se permitía (se le permitía) incurrir en este lenguaje que aquí reproducimos a falta de mejores recursos, en esta retórica más de Disneylandia que de Núremberg. En sus claras, volvía a él, pero su indulgencia era más que pasajera, merecedora apenas de consignación en estos protocolos.
Si le oía decir al otro en este sueño de los teatros que había cumplido uno, no podía sino verse a sí mismo en una soledad nunca sospechada. Ese sueño que fue el mío, que me construyó, que me ronda nocturno...
No importa lo logrado si descubrimos no haber estado allí, en el territorio del complementario imaginado, en el abandonado sueño, en el sueño del sueño abandonado, en la claudicación imaginaria de una empresa imaginaria, nuestros hechos convertidos en poco menos que humo. Nos sorprendemos minusvalorando las obras que han ido esculpiendo nuestro pequeño nombre (aunque el suyo ya no fuese exactamente pequeño, tanto daba), nos reducimos a definir nuestra antiguo orgullo como una reacción pueril.
"El sueño descabalgado, incólume, acude fantama incesante. En tu noche rondo tu sueño. Descanso no busques, eres mi obra." O algo así, las obstinadas apariciones de los teatros en sus discursos más verdaderos y, al tiempo, más falsos. (Los que hemos de destruir, contemplaciones fuera, valga este paréntesis indulgente con el género de la auto-ayuda.)
Las pesadillas hechas del lenguaje que convierte infierno y paraíso en ensueños diurnos. Doblar una esquina de ese lenguaje y vernos en esa promesa que creímos tenaz de culminación y ventura. Seguir caminando alcanzados por nuestra propia sospecha. 12:25
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