El Retiro. Perplejo, Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, contempla las bravas barras de Aragón. La noche ha sido larga, pero Bizancio bien vale un bocadillo de calamares. La soldadesca ha de embarcarse (4, 25 euros, cuarenta cinco minutos, cuatro individuos por barca: por su Cuerno de Oro llegando a Pera). A la altura de Carlos II ya reinaba cierto escepticismo sobre las propias capacidades marineras. Los exploradores se detienen y se preguntan cuántos habitantes tiene Madrid. Las oscilaciones no son despreciables, pero no les encuadraríamos en la moderna escuela de los geógrafos nihilistas. Ninguno se nos antoja miembro de la Royal Geographical Society y nadie de entre ellos sería capaz de darle el tiro de gracia a Speke. Sin embargo, pertenecen evidentemente a una de las dos grandes escuelas de los geógrafos nihilistas: No son fractalillos, luego son geógrafos truesource. Descubrirán las verdaderas fuentes de la Semana Santa, navegarán la Gran Vía hasta caer exhaustos. Pensaban que la copa que otros perdieran, los comtes e reys ab lurs inmortals virtuts la recobraren. O comprar río, o vender puente.
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