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viernes, abril 07, 2006

No em fotis

Cualquier menos que medianejo y terciado lector de Borges apenas sentiría un joli déjà lu le jeudi cuando le llegaran las noticias acerca del Evangelio de Judas, de ese manuscrito recientemente traducido y promocionado con las santas palabras “National Geographic”. El diario El país de hoy viernes es muy correcto en el subtítulo:
Recuperado un manuscrito escrito hace 1.700 años por una corriente herética y que sostiene que Judas cumplía una misión divina.
Habrá quien algo quiera decir acerca del sujeto y del tiempo verbal de "sostiene", pero lo cierto es que existe gran distancia entre esa síntesis (y podemos suponer lo mismo de buena parte de la prensa escrita) y el confusionismo de no pocas informaciones radiofónicas y televisivas del jueves. Escandalosamente, los periodistas no habían leído a San Ireneo y, más en particular, los periodistas deportivos ignoraban a San Epifanio. Para Teodoreto Cirense, remitimos al lector a la edición de Los Evangelios Apócrifos de Aurelio de Santos Otero en la BAC.
Por otro lado, es cierto que la historia de Judas Iscariote nos hace pensar, como pensamos al hablar de conspiraciones, en las ideas de necesidad y libertad, en el libre albedrío, la predestinación y, también, la justificación. Cabe recordar aquí a un profesor de religión de grata memoria, Don Luis Martínez, con el que recurrentemente sus alumnos venían a mantener un diálogo que seguía más o menos estas líneas, que se iniciaban cuando aquél fingía un enfado ante la niñería de los supuestos bachilleres superiores:
DON LUIS: Herodes, baja (se supone que para castigar los veniales desafueros de los doctrinos).
ALUMNO PRIMERO: ¿Cómo que baja? Será sube.
ALUMNO SEGUNDO: Además, ¿qué Herodes? ¿El Grande o Antipas?
DON LUIS: Nada podemos decir de la salvación de ningún individuo. Ni de Judas, a quien ya colgando de la cuerda, un instante de arrepentimiento pudo bastarle ante la infinita misericordia divina.
ALUMNO PRIMERO: Conforme.
ALUMNO SEGUNDO: No me convence.
Pero si pasamos ya a olvidar el capítulo sentimental (en el día de Bono, cualquier efusión es un exceso), habremos de recalcar lo que nos parece lo esencial del asunto: la impericia de tantos comentaristas y tertulianos a los que tan bien les sienta la palabra absurdum (Un filólogo siempre debe estar dispuesto a traer a colación la otra m`égillâ). La trascendencia al alcance de cualquier cuentista, esto es, no parecía que les pasara por las mientes la evidencia histórica de que la gente escribe y escribe cualquier cosa. La filología bíblica está edificada sobre roca, pero esto último no se sabe, a juzgar por los últimos acontecimientos en la Bética, si es seguro.
También en El país, el catedrático Ramón Teja mencionaba a Dan Brown (“A veces la realidad histórica es más apasionante que la ficción”). Daba en el clavo. Para ser Dan Brown o lector de Dan Brown hay que razonar muy mal y estar drosnináticamente mal informado. Pero de ésos hay muchos (1). También es cierto que el gnosticismo es algo problemático. Uno empieza a interesarse por los gnósticos y acaba catalanista: Bloomsday, sólo le falta a Harold un tránsito (tan lejano como pueda desearse) un 23 o un pseudo-23 de abril.

(1) Pasamos, como ve el lector, al Antiguo Testamento. No nos resistimos a citar a Feijoo, que nos viene al pelo: “Este reparo, digo, es harto verosímil que se les ofreciese a los Tertulios. Pues no los contuvo para escribir con más legalidad, es también harto verosímil, que le despreciaron sobre el supuesto verdadero de que es en el mundo infinito el número de necios; y éstos, para dar fe a un escrito, no atienden a las cualidades ventajosas del Autor, sino a la osadía, o llamémosla insolencia, con que asevera lo que escribe. Desbarre cuanto quisiere, que como desbarre con arrogancia, y sobre todo, como llene de improperios al Autor a quien impugna, tendrá a todos los necios de su parte. Éstos comprarán sus escritos, y le darán de comer, que es lo que busca.”

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