Es ésta una entrega que tiene detrás a más de setecientas y a la que le gustaría estar fabricada con trozos de otras, y eso aunque estuviera suturada con enlaces y no con los remiendos directamente.
Como las setecientas tienen detrás todas las traiciones de la tradición y la traducción que me ha sido dado vislumbrar, que decía algún trozo famoso, es como si estuviera zurcida de telas alguna vez doradas.
Sin embargo, no es otra cosa lo que ocurre con la llamada creación. La nada es un almacen de remiendos remendados. Lo que no es remiendo es plagio.
Y tanto si Dios no existe como si existe, Su creación también hubo de comenzar con una visita a ese almacén. Allí también se hallaron algunos trastos viejos que muchas generaciones después se abrocharían unos a otros para que alguien comenzara a hablar de la Divinidad y otras aparentes ideas sublimes, aparentes por lo ideas y aparentes por lo sublimes.
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En la noche de Reyes el silencio es azul
detrás de las cortinas pálidas de la sala
brilla un copo de niebla el resquicio del ala
que duerme eternamente al fondo del baúl
En la noche de Reyes tiembla desde el salón
la dulce cabalgata de la infancia desnuda
mientras en la distancia un perfume estornuda
y un aroma solloza y rompe el corazón
En la noche de Reyes no hierve el samovar
la helada que penetra por los poros del orbe
cristaliza despacio cuando la nieve sorbe
las sombras de Melchor Gaspar y Baltasar
En la noche de Reyes ya no ataca el neblí
los sueños se deslizan por el envés a ciegas
concluyeron las siembras se perfilan las siegas
Yo no creo en los Reyes. Yo sólo creo en ti
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