La contabilidad es el arte de apuntar puntualmente, una disciplina que se acompasa a los períodos más breves, si bien es parcialmente recuperable: Los libros mal llevados se pueden poner al día. Con la música no pasa lo mismo: si te retrasas, ahí te has quedado. No sabemos si la vida y nuestras contriciones y nuestras atriciones encuentran mejor espejo en la contabilidad o en la música. Tendemos a pensar, pesimistas, que el tiempo perdido es perdido, aunque tal vez podemos pensar en una posible recuperación. Una tercera posibilidad es que la vida sea una ilusión. Y tan banal que no merezca el menor esfuerzo del contable, del tasador, que sea una música silbada por un necio, las manos en los bolsillos, rumbo al desastre.
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