El grupo ahora juega al juego de las veinte preguntas. Como se conocen, las mejores estrategias no son las mejores estrategias a priori (dividir porfirios el universo del discurso al cincuenta por ciento).
Parten todos de las inercias y querencias propias, las que el grupo conoce del cada uno y las que el grupo comparte. Esto incluye los engaños y las fintas, es decir, el hacer lo contrario de lo que se espera de uno. Por ello, es de prever que se vuelva a la situación de equilibrio y que las probadas mejores estrategias a priori sean las que triunfen en un largo plazo alopécico. Algunos dirán que el equilibrio del que se habla es dinámico y se trata de controlar, para adelantarse, el ritmo de las fintas del contrario.
Cabe pensar más bien que el acoplamiento del grupo es inevitable y que una partida especialmente larga es sólo una excursión en grupo por un terreno equivocado, seducidos todos por algún espejismo epistémico y colectivo. Por alguna onda que marca el paso de los jugadores, un, dos, un, dos.
Parten todos de las inercias y querencias propias, las que el grupo conoce del cada uno y las que el grupo comparte. Esto incluye los engaños y las fintas, es decir, el hacer lo contrario de lo que se espera de uno. Por ello, es de prever que se vuelva a la situación de equilibrio y que las probadas mejores estrategias a priori sean las que triunfen en un largo plazo alopécico. Algunos dirán que el equilibrio del que se habla es dinámico y se trata de controlar, para adelantarse, el ritmo de las fintas del contrario.
Cabe pensar más bien que el acoplamiento del grupo es inevitable y que una partida especialmente larga es sólo una excursión en grupo por un terreno equivocado, seducidos todos por algún espejismo epistémico y colectivo. Por alguna onda que marca el paso de los jugadores, un, dos, un, dos.
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