La bolsa y la totalización virtual de la riqueza, virtual en el sentido antiguo y teatral. Lo que se ha perdido, nos dicen cuando se producen bajadas inusuales. A los ajenos a ese templo (o mercado, que de los dos modos puede y debe decirse), nos cuentan que es una máquina de amplificar pequeños impulsos, pero no al modo de un amplificador electrónico, sino de un modo más aleatorio y vagamente fatídico. Un templo que produce suicidas no puede responder mecánicamente a un catálogo de estímulos más o menos restringido, pero tampoco es la flor de los fenómenos inesperados. Sospechamos, no obstante, que en lo que a escenografía se refiere, la bolsa es el simulacro de un simulacro, que una gran calculadora dice a unos funcionarios cuáles deben ser los resultados del día. ¿O es que la economía no es una ciencia?
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