El anticiclón, desde esta altura, nos concede horizontes que abarcan a varias provincias. Y, por tanto, este invierno nos visita cada mañana como una amenaza sorda y soleada. A esta altura, el termómetro marca más de diez grados centígrados y nos hacen sudar jersey y anorak, lo que incluye la latitud latitudinal de ambas denominaciones.
Más arriba, a los mil ochocientos metros sí que notamos un poco de fresco, pero nada especial. Aquí mismo y más abajo hemos visto de todo: cámaras de video que no funcionan por el frío y amarillos carámbanos de narices, esto es, de las narices. Y ya no lo vemos.
A las cuatro, el Sol nos dice que se está ocultando detrás de una peña y que se acaba el recreo. Nos miran los piornos como les miramos a ellos nosotros, con la extrañeza del anticiclón. Con algo de sol sobre la lana, nos ignoran las ovejas, que desde su olimpo mordisquean los hierbajos de la cuneta.
Más arriba, a los mil ochocientos metros sí que notamos un poco de fresco, pero nada especial. Aquí mismo y más abajo hemos visto de todo: cámaras de video que no funcionan por el frío y amarillos carámbanos de narices, esto es, de las narices. Y ya no lo vemos.
A las cuatro, el Sol nos dice que se está ocultando detrás de una peña y que se acaba el recreo. Nos miran los piornos como les miramos a ellos nosotros, con la extrañeza del anticiclón. Con algo de sol sobre la lana, nos ignoran las ovejas, que desde su olimpo mordisquean los hierbajos de la cuneta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario