Ya se sabe que una conspiración universal es una ley de la naturaleza. Sabido es también que el delirio conspirativo está condenado a hincharse. No puede mantenerse en un dominio bien determinado porque se convertiría en otra cosa o se evaporaría. Es decir y por paradoja, toma la energía que precisa de la expansión.
Lo primero se compadece con lo segundo merced a un arreglo epistemológico. Los conspiradores son muchos y poderosos y, lógicamente, se mantienen ocultos. Son más porque, aunque nosotros seamos la mayoría, sólo unos pocos somos conscientes de la realidad tras los decorados. Los demás no cuentan salvo para ser salvados.
Pues resulta que la ley universal de marras versa sobre sujetos que conocen o desconocen y tales leyes es lo que tienen, que parecen afectadas de seísmos impredecibles. Pretender explicar la totalidad más asombrosa y metafísica mediante una historia es salirse de esa totalidad. Luego la ley trataría de sujetos y fuera de la totalidad de los sujetos habría otro sujeto análogo moviendo los hilos. Como la ley padece de esta inestabilidad, sólo quedará seguir huyendo hacia adelante, hinchándose, que es Fray Gerundio de Campazas.
Lo primero se compadece con lo segundo merced a un arreglo epistemológico. Los conspiradores son muchos y poderosos y, lógicamente, se mantienen ocultos. Son más porque, aunque nosotros seamos la mayoría, sólo unos pocos somos conscientes de la realidad tras los decorados. Los demás no cuentan salvo para ser salvados.
Pues resulta que la ley universal de marras versa sobre sujetos que conocen o desconocen y tales leyes es lo que tienen, que parecen afectadas de seísmos impredecibles. Pretender explicar la totalidad más asombrosa y metafísica mediante una historia es salirse de esa totalidad. Luego la ley trataría de sujetos y fuera de la totalidad de los sujetos habría otro sujeto análogo moviendo los hilos. Como la ley padece de esta inestabilidad, sólo quedará seguir huyendo hacia adelante, hinchándose, que es Fray Gerundio de Campazas.
2 comentarios:
Don Pedro:
Sigue usted incólume, si no soberano, digno y buenamente implacable. Su tesón merece, entre otros, el premio por una dedicación de la que sólo usted sabe la "recompensa".
Sigo asombrado por la ausencia de comentarios -aunque intuimos que no escribe usted para que lo comenten-, sigo asombrado por el silencio que campa en la sala de lecturas que es esta pantalla; salvo, hay que decirlo, el rumor de su pensamiento.
La tristeza o el asombro, en este caso, son ajenos.
Chisssssss, las "recompensas" para los obedientes.
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