En el público de las conferencias funciona una particular especie de la vergüenza ajena, una que se incrementa por la proximidad. En general, y salvo casos de grupo militante, los que ocupan asientos cercanos al de quien o bien hace una pregunta en el correspondiente turno o bien se lanza a una interminable disquisición previa a la pregunta, se recluyen en un sólido hieratismo de póker del Valle de los Reyes: "no conozco yo a éste".
El razonamiento subyacente tiene que ver con lo que se le presupone a la proximidad: "si está cerca, es que tiene que ver. Su ridículo es el mío. Al no pensar yo eso o no atreverme a pensarlo, no quiero que nadie piense que lo pienso o se atreva a pensar que no me atrevo."
La sospecha metonímica es una notable arma del bagaje policial y también del arsenal de la paranoia. O eso creemos. Y actuamos en consecuencia en un intento no solicitado de borrar inexistentes vínculos y, también, de crearlos cuando nos parece oportuno.
En el teatro político y en el parlamentario, la metonimia funciona a todo trapo. Si un grupo aplaude o silba, lo hace para señalarle apoyo o desaprobación a su interlocutor. Sin embargo, puede ser también cierto que cada parlamentario individual lo haga por mostrarse cerca de unos y lejos de otros, que lo que que haga sea simplemente eso que se conoce como sumarse al coro.
P.S.: Nos ponemos a pensar en un modelo que explique esta conducta de las individuos. Uno muy simple. Los individuos, que se distribuyen al azar en una cuadrícula, tienen a su disposición dos conductas. Éstas se producen en instantes discretos de tiempo al unísono y una y otra con una probabilidad del 0.5 en una primera ocasión. Éste valor se modifica para cada individuo dependiendo de las conductas de los individuos más cercanos. Esperaríamos, si la cercanía de una condcta incrementase su probabilidad, que las fluctuaciones se reforzasen.
Note el lector que en este modelo han aparecido el espacio y la distancia, como en nuestra metonimia vulgar de la sala de conferencias. Y, de hecho, nos aparecería siempre, ya fueran el de la cuadrícula un espacio y una distancia altamente abstractos, metafóricos o fuera de lugar.
Cabe señalar también que los individuos socialmente más exitosos sean aquéllos que identifiquen mejor el espacio relevante para cada ostentación de afinidades.
El razonamiento subyacente tiene que ver con lo que se le presupone a la proximidad: "si está cerca, es que tiene que ver. Su ridículo es el mío. Al no pensar yo eso o no atreverme a pensarlo, no quiero que nadie piense que lo pienso o se atreva a pensar que no me atrevo."
La sospecha metonímica es una notable arma del bagaje policial y también del arsenal de la paranoia. O eso creemos. Y actuamos en consecuencia en un intento no solicitado de borrar inexistentes vínculos y, también, de crearlos cuando nos parece oportuno.
En el teatro político y en el parlamentario, la metonimia funciona a todo trapo. Si un grupo aplaude o silba, lo hace para señalarle apoyo o desaprobación a su interlocutor. Sin embargo, puede ser también cierto que cada parlamentario individual lo haga por mostrarse cerca de unos y lejos de otros, que lo que que haga sea simplemente eso que se conoce como sumarse al coro.
P.S.: Nos ponemos a pensar en un modelo que explique esta conducta de las individuos. Uno muy simple. Los individuos, que se distribuyen al azar en una cuadrícula, tienen a su disposición dos conductas. Éstas se producen en instantes discretos de tiempo al unísono y una y otra con una probabilidad del 0.5 en una primera ocasión. Éste valor se modifica para cada individuo dependiendo de las conductas de los individuos más cercanos. Esperaríamos, si la cercanía de una condcta incrementase su probabilidad, que las fluctuaciones se reforzasen.
Note el lector que en este modelo han aparecido el espacio y la distancia, como en nuestra metonimia vulgar de la sala de conferencias. Y, de hecho, nos aparecería siempre, ya fueran el de la cuadrícula un espacio y una distancia altamente abstractos, metafóricos o fuera de lugar.
Cabe señalar también que los individuos socialmente más exitosos sean aquéllos que identifiquen mejor el espacio relevante para cada ostentación de afinidades.
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