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sábado, febrero 03, 2007

Porvenir de la nieve

De la nevada quedan manchas cuanto más cercanas más raramente traslúcidas. Ahí, justo a nuestros pies. Debajo, la hierba es muy verde y brilla por los boquetes del azúcar, brilla con el agua que era la nieve. Esperemos una nevada sobre la nevada. Un refuerzo que vuelva a blanquear los montes. A reflejar la luz del Sol con la generosidad que es propia de las situaciones elementales.
El porvenir se rebasa conceptualmente cuando nos disolvemos en alguna de las divulgadas metafísicas cosmológicas. ¿Qué quedará? La nieve o el agua o los principios comunes que, después de los eones, resultará que eran otra cosa. Pero sobre esos principios se edifican también estos pequeños cristales de la nieve helada, mal trabados. Para que esos u otros principios hagan que los eruditos a la edelweiss o a la violeta hablen de nieve polvo o nieve primavera. De una sopa, cósmica a estas alturas. Para que algún cenutrio hable de las portentosas virtudes léxicas de alguna lengua ignota. Para que la mirada se nos pierda y no encuentre ni la última flor del prado. The fifth pine tree. En este mundo de desmontes.

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