Vistas de página en total

sábado, enero 27, 2007

Vacas

Las vacas rumian sus cavilaciones. Son los animales del libro. Las vacas, imperiales por estoicas y estoicas porque no tienen otro remedio evolutivo, emprenden su ciega marcha hacia el matadero con la leve sombra de la sospecha. Si no les visita un heraldo frigorífico, sentirán lo que siente usted mismo, que tampoco sospecha.
Los humanos nos hurtamos de los pisos altos de la pirámide alimenticia en beneficio de los más pequeños carroñeros. No todos, claro. El buitre es un destino canónico para algunos. El destino, que está en los genes, en los genes que se han perdido y se postulan como se postula el planeta Vulcano. No sé si el inframercurial o el de Mr. Spock. Note el lector que podemos cifrar la trasmisión de una conducta que se nos antoja saliente en un gen y observar cómo ese gen se multiplica siguiendo el mandato divino. Aunque sospechamos que la conducta de algunos individuos simplemente viene a llenar un vacío en el espacio de las conductas. Así que no hay nada que se transmita. Negamos, por consiguiente, que el gen que hace que uno sea sociobiólogo de mayor se transmita por el notable éxito sexual de este gremio, ya se trate de gametos colegiados o sin colegiar. Que haya más sociobiólogos que hace quinientos años no se debe al éxito demográfico de un gen. O no al de ese gen.
Esto, las vacas lo han resuelto hace mucho tiempo. En particular, los toros enamorados de la Luna. Que los sigue habiendo aunque no se les conozca mujer, como hemofílicos de la manada.

No hay comentarios: