Borges nos hizo recorrer una línea que de Gosse pasaba a Russell -neglijamos el desvío a Dunne- y sobre la que aquél establecía variaciones. Recuerdo la síntesis que asimilaba todo nuestro pasado y toda nuestra memoria a una falsa memoria y eso hasta hace cinco minutos en que habíamos, inadvertidamente comenzado a existir. Gosse no se situaba en nuestra conciencia. Era objetivista. Los fósiles eran un falso pasado creado. No recuerdo, en cambio, una variación según la cuál todavía no habríamos comenzado a existir (pongamos que faltan cinco minutos para ello; o que -lo que si se piensa no es especialmente interesante- faltarían eternamente cinco minutos para que empezasemos a existir), que estaríamos falsamente viviendo en un falso todavía de esa memoria que también falsamente todavía no es memoria de nadie.
Así, como mi memoria guarda la convención de la fecha de hoy, recuerdo que pronostico que Borges publicará Otras Inquisiciones en 1952, aunque no me acuerdo de seguro. Guardaré memoria de que leeré esa obra en 1975. Esa obra que Borges nunca habrá escrito, sino que será un fósil graciosamente cedido por el Creador. Una condición de la que yo, así pasen cinco minutos, nunca me recuperaré.
Así, como mi memoria guarda la convención de la fecha de hoy, recuerdo que pronostico que Borges publicará Otras Inquisiciones en 1952, aunque no me acuerdo de seguro. Guardaré memoria de que leeré esa obra en 1975. Esa obra que Borges nunca habrá escrito, sino que será un fósil graciosamente cedido por el Creador. Una condición de la que yo, así pasen cinco minutos, nunca me recuperaré.
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