1. La sospecha sobre las intenciones y los resultados de los protagonistas y los procesos políticos en España no desdice de una celebración a la que muchos se han sumado en los últimos veintitantos años: la que suele hacerse de la zapa o voladura, que se dice frecuentemente, del orden "constitucional" franquista, hecha desde dentro, según también se dice, con los propios métodos y recursos aportados por ese orden.
2. La telecomedia y la comedia en general en España en los últimos años han forzado a Aristóteles: sus protagonistas y deuteragonistas no son sólo peores que nosotros, meros espectadores. Son malísimas personas, las cuales no llegan a las más insodables simas o cimas de la maldad por pura incompetencia o idiotez. La comicidad se busca en esos pozos. Más allá de los gustos de cada uno o de lo que cada uno encuentre en ellas, compare el lector Farmacia de guardia con Aquí no hay quien viva.
3. En la vida pública española se ha roto un paradigma ético. Las figuras públicas son de nuevo cuño, son de Aquí no hay quien viva. De otra manera empiezo: en el sistema de coordenadas de Aquí no hay quien viva, los vecinos que la pueblan no son individuos de ínfima calidad. Son un modelo, si bien algunos tenemos dificultades para apreciar tal cosa, lo que tiene como consecuencia que cometamos el error expresado en el punto 1. No emulan nuestros políticos los aspectos de más supuesta astucia, de amable picardía de la demolición de las Cortes y el sistema político franquistas. Es que esos aspectos son la única sustancia de la acción política. O aún de otra manera y con paradoja añadida, el énfasis en los procedimientos ha llevado al total descrédito de los fines: los medios justifican el fin.
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