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jueves, julio 06, 2006

Fregoli

Una mujer que había madurado contradictoriamente. Su esplendor visible era un signo más de los años. La mujer madura disfrazada de mujer madura, y con gran efectividad. La mujer madura con su estilo de mujer madura como algo sobreestructural, disfrazada, como ella misma diría puesto que es mujer madura, de jovencita.
La mujer madura que ejerce de mujer madura con un punto de ironía indefinido y que se disfraza, como ella diría, de jovencita y lo hace sin olvidar un obligado matiz de ironía.
La mujer se desviste, como ella diría pues recuerda palabras de mujeres, y se disfraza ahora del hombre que había antes superpuesto un punto de ironía a un punto de ironía de varios estratos más abajo. El original se encuentra por abajo o hay que buscarlo varias capas por arriba a veces. El hábito. Somos vestidos. Lo que seamos precisa de unas cuantas capas de este pelo de pieles ajenas o de telares lejanos junto a los ríos. La verdad que nos corresponde es una verdad vestida, coinciden si el disfraz es el de cínico.
Se nos ha esfumado la mujer u hombre, un hombre maduro que era un jovencito, como diría alguna mujer madura que tal vez fuera un hombre. Y si ahora reunimos los epistolarios cruzados entre todos ellos y sus caligrafías superpuestas, extricaremos rasgos que tapan a rasgos que surgen o se asoman de la impostación, y de eso ya hace tiempo porque los rasgos verdaderos son los añadidos. El hombre ahora piensa en la contradictoria madurez de la mujer que a veces parece una cosa y a veces otra. El hombre piensa que tal vez la mujer piense que años atrás se disfrazaría vaya él a saber de qué, ella a recordar, o quizá justo al contrario.

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