Como era de esperar, los periodistas no han podido aguantarse las ganas de hablar de la antigüedad de la Península Ibérica cuando se referían a algunas rocas del cabo Ortegal. Bien, en el caso de las naves nos cuesta menos soportar la idea de la identidad estructural: la nave que no conserva ni un clavo ni un cabo de los originales. En el caso geológico, ni identidad sustancial ni identidad estructural, pero somos nosotros mismos. Las reliquias que los trabajosos eones dejaron, la prosopopeya válganos, son tan nuestras que no pueden ser otra cosa. Allá en los confines captan microondas de nuestro trozo de cosmos, de cuando éste se hizo transparente.
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