Otra modalidad de la no natación (creemos que más bien femenina, pero bien pudiera ser esto un error de apreciación debido al sesgo del observador que desde la pileta nos proporciona los datos) consiste en el andar a grandes zancadas en zonas en torno al metro de profundidad, el tronco inclinado hacia delante, extrayendo el centro de masas de la vertical del ombligo y del área que dibujan los pies, y ello al tiempo que se rema antiamblarmente con los brazos. Como quien se dispone a dejar de ambular y a comenzar con un crawl bien documentado, de la escuela años sesenta.
Y es que la no natación se inscribe en las prácticas preambulares o más bien circum(am)bulares de las técnicas: Sirva de ejemplo el esquiador mundialmente aditamentado incapaz de aguantarse en pie sobre los esquíes o el caballista que por nada del mundo se acercaría a la más tranquila y pacienzuda de las cabalgaduras, pese a la precisión de su fusta y el cuero repujado de sus botas (1).
La ambulación es importante en estos asuntos (ya nos ha salido varias veces a un ritmo de prosa cojitranca) y, como puede comprenderse fácilmente, se trata de no comenzar así nos maten: la esencia del valentón, aparentar; por eso las mujeres no son culpables en su no nadar: no hay mujeres valentonas ni fanfarronas. En todo caso, mujeres propagandistas de sus propios hijos.
Y con todo, el no nadar de las mujeres, en su caso, nos comunica algunos enigmas no de la condición femenina, sino de la humana: que todo sistema público y publicado de valores es apariencia, pompa, circunstancial pompa. Que el valor o lo valioso, vaya uno a saber, pero que no son lo que parece. Esta es información muy útil para varones en torno a los dieciocho años, aunque todo lo verdadero suele llegar tarde.
(1) Recuerde el lector a Roger Willoughby.
Y es que la no natación se inscribe en las prácticas preambulares o más bien circum(am)bulares de las técnicas: Sirva de ejemplo el esquiador mundialmente aditamentado incapaz de aguantarse en pie sobre los esquíes o el caballista que por nada del mundo se acercaría a la más tranquila y pacienzuda de las cabalgaduras, pese a la precisión de su fusta y el cuero repujado de sus botas (1).
La ambulación es importante en estos asuntos (ya nos ha salido varias veces a un ritmo de prosa cojitranca) y, como puede comprenderse fácilmente, se trata de no comenzar así nos maten: la esencia del valentón, aparentar; por eso las mujeres no son culpables en su no nadar: no hay mujeres valentonas ni fanfarronas. En todo caso, mujeres propagandistas de sus propios hijos.
Y con todo, el no nadar de las mujeres, en su caso, nos comunica algunos enigmas no de la condición femenina, sino de la humana: que todo sistema público y publicado de valores es apariencia, pompa, circunstancial pompa. Que el valor o lo valioso, vaya uno a saber, pero que no son lo que parece. Esta es información muy útil para varones en torno a los dieciocho años, aunque todo lo verdadero suele llegar tarde.
(1) Recuerde el lector a Roger Willoughby.
1 comentario:
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