En la reserva perviven individuos singularmente bien adaptados a la repetición cíclica -en ciclo corto y medio- de unas pocas pautas bien establecidas y que ocasionalmente mutan para dar lugar a ciclos de carácter cometario.
Dominan los mecanismos de ese ámbito y, en sus cristalinas ceremonias, son inasequibles a la inquisición del recién llegado. Dominan la especialidad, tan importante, de no dejarse sacar nunca de la reserva, de sus cuatro muros amenos que les conducen a una vida de ocio funcionarial, amablemente repetitivo, amablemente repetitivo, de paraíso para rentistas moderados, de jardín de las delicias democristianas.
¿Existen fuera? ¿Les ignoramos en sus impensables excursiones extra portas? También es posible que la etología de la reserva deba excluir el efecto de los remolinos, de las multitudes unánimente agitadas que, como las cigüeñas de agosto, tras varias intentos superan la masa crítica, superan también su propia impaciencia y saltan la verja.
Dominan los mecanismos de ese ámbito y, en sus cristalinas ceremonias, son inasequibles a la inquisición del recién llegado. Dominan la especialidad, tan importante, de no dejarse sacar nunca de la reserva, de sus cuatro muros amenos que les conducen a una vida de ocio funcionarial, amablemente repetitivo, amablemente repetitivo, de paraíso para rentistas moderados, de jardín de las delicias democristianas.
¿Existen fuera? ¿Les ignoramos en sus impensables excursiones extra portas? También es posible que la etología de la reserva deba excluir el efecto de los remolinos, de las multitudes unánimente agitadas que, como las cigüeñas de agosto, tras varias intentos superan la masa crítica, superan también su propia impaciencia y saltan la verja.
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