Las metrópolis alejadas, solas casi en las inmensidades de su hemisferio, provocan nostalgias que se traducen en geofrafías que aparentan significados inauditos (Borges), que son atravesadas por túneles y atajos (Bioy), que hallan su contrapunto en otras metrópolis antiguas o en las geografías cerradas de una casa o una red subterránea (Cortázar), o que -en fin- penden de un tiempo y un apocalipsis inextricable (Oesterheld).
Pero lo cierto es que cada hombre es una isla, en su casa o en su ciudad. Así que sólo depende de él que la geografía que premedite encaje en alguna de las que la taxonomía nos ofrece. Que pueble su ciudad provinciana de pasadizos y prestigios, que la figure espejo de otro laberinto, que finja que sus pasos trazan una elíptica geometría sobre las engañosas calles o que, de pronto, seamos sólo supervivientes.
Pero lo cierto es que cada hombre es una isla, en su casa o en su ciudad. Así que sólo depende de él que la geografía que premedite encaje en alguna de las que la taxonomía nos ofrece. Que pueble su ciudad provinciana de pasadizos y prestigios, que la figure espejo de otro laberinto, que finja que sus pasos trazan una elíptica geometría sobre las engañosas calles o que, de pronto, seamos sólo supervivientes.
1 comentario:
que triste, o, que pereza
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