Menos mal que no fuimos a tal sitio o menos mal que no hicimos tal cosa. Comprobar -esto es, convencerse a posteriori- del acierto de una omisión posee la dulzura de un arrepentimiento virtual, ubicado en el no tan raro mundo de lo que no es el caso.
Esa dulzura difiere de la que acompaña a la felicidad de la comisión ("¡Menos mal que sí hicimos tal cosa!"), porque el arrepentimiento de la comisión contiene siempre latente a la alegría de la acción.
Sin embargo, cuando nos levantamos nihilistas (valga el oxímoron), la comisión se torna violácea y un punto desagradecida. Como si no hubiera mayor alegría que la del melancólico aficionado.
Esa dulzura difiere de la que acompaña a la felicidad de la comisión ("¡Menos mal que sí hicimos tal cosa!"), porque el arrepentimiento de la comisión contiene siempre latente a la alegría de la acción.
Sin embargo, cuando nos levantamos nihilistas (valga el oxímoron), la comisión se torna violácea y un punto desagradecida. Como si no hubiera mayor alegría que la del melancólico aficionado.
1 comentario:
Es lo que tiene el presente, que es exigente y nos levantamos hasta por puro nihilismo.
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