Vistas de página en total

lunes, marzo 26, 2007

El mensaje

Dejé mi mensaje en el contestador. En algún ordenador de alguna compañía y no en un dispositivo del que dispusiera libremente el destinatario. No es que esté convencido o seguro de que esta persona recibiera el mensaje y de que efectivamente lo escuchó. Lo sé, que es expresión de mayor contundencia que decir, por ejemplo, que lo sé a ciencia cierta, que también lo sé a ciencia cierta.
Sin embargo, el destinatario del mensaje no ha obrado de manera alguna que pudiera considerarse una consecuencia de la recepción de dicho mensaje, no ha realizado ningún comentario, no se le conoce reacción alguna. Tampoco disponemos de un acuse de recibo. Ni su teléfono está intervenido. No había testigos ni cámaras ocultas en su casa frente a su teléfono.
¿Cómo lo puedo saber? ¿Cómo lo puedo decir con verdad y seguridad? ¿Cómo puedo convencerle? Excluyo también comentarios y acciones que se derivasen de la no recepción ya fuera esperada o inesperada. ¿Qué queda?
Podemos pensar en alguien que oiga lo que nuestro destinatario oye, que alguien lo espíe, pero esa posibilidad ya la hemos excluido. No consideramos tampoco que apliquemos una lógica primitiva como esa que nos dicta que “Fulano escucha todos los mensajes, luego ha escuchado éste”. Y, sin embargo, lo sé. Debo decir también que no recuerdo haber hecho esa llamada -aquí introducida a efectos erísticos o tal vez dialécticos-, pero a ese destinatario le he enviado no pocos correos electrónicos. Hoy mismo.

1 comentario:

marideliwes dijo...

Mira a ver en los enviados. Seguro que se lo has enviado a otro :-)