Life on the Color Line de Gregory H. Williams es la narración autobiográfica que un universitario de sólida carrera y reputación hace de unos años esenciales de su vida y que son ciertamente singulares: en el vértigo de una ruptura familiar y de la pérdida de status económico, en el vértigo también de los años previos a la desaparición legal de la segregación, descubre que su padre es negro y no moreno y que, por tanto, él es también negro, pues, al parecer, uno es negro según lo que decía Plotino de los Heraclidas, que “pertenecen al mismo género, no porque se asemejen entre sí, sino porque todos descienden de un mismo tronco.». Hay que decir que Williams es un hombre de piel blanca, cuya adscripción étnica viene dada por la genética, no por los rasgos aparentes.
Descubrir la condición propia es algo con algún sentido cuando esa condición viene dada por unos parámetros, el cambio radical de entorno, de posición, de familia. No puede descubrirse en cambio ninguna supuesta identidad metafísica, desatada y desanudada de cualquier referencia.
Los hechos que narra Williams son lo suficientemente concretos como para evitar cualquier tentación que le haga incurrir en un discurso metafísico y pretencioso. El discurso de la anagnórisis falsa, como la tan famosa y celebrada de Sabino Arana, que se creía patriota español y se descubre un buen día patriota vasco o eusquérico.
Sin embargo, este segundo es el discurso habitual y el que habitualmente se toma como ultima ratio y más verdadera. “Aquiles el más fuerte; porque era el más fuerte” y se acabó. Será que la política española vive en un sueño de héroes y de sangres.
Descubrir la condición propia es algo con algún sentido cuando esa condición viene dada por unos parámetros, el cambio radical de entorno, de posición, de familia. No puede descubrirse en cambio ninguna supuesta identidad metafísica, desatada y desanudada de cualquier referencia.
Los hechos que narra Williams son lo suficientemente concretos como para evitar cualquier tentación que le haga incurrir en un discurso metafísico y pretencioso. El discurso de la anagnórisis falsa, como la tan famosa y celebrada de Sabino Arana, que se creía patriota español y se descubre un buen día patriota vasco o eusquérico.
Sin embargo, este segundo es el discurso habitual y el que habitualmente se toma como ultima ratio y más verdadera. “Aquiles el más fuerte; porque era el más fuerte” y se acabó. Será que la política española vive en un sueño de héroes y de sangres.
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