Mientras las cotorras se diverten a sus anchas, de los cielos a las lomas cercanas, con el sano propósito de disputar las semillas a los tordos, dedica la mañana al trabajoso arte de la jardinería, que en estos primeros capítulos atañe a la tierra, con la que vamos adquiriendo una familiaridad más ínhuma que póstuma, que es lo mismo.
La mañana acaba con una leve ampolla, lo que no es mal balance. Y acaba con el pequeño lavabo hecho un asco. Remover la tierra supone alguna insospechada migración de algunos fragmentos. Seguirlos es un género literario que subraya la ficción poque seguirlos es imposible. Mezclamos y mezclamos con la tierra. Combinamos bien.
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