Vistas de página en total

domingo, noviembre 27, 2022

Diario catarrino: Consider Lee Jun-fan, who was once handsome and tall as you

Leemos que Bruce Lee murió por exceso de agua. Seguimos leyendo y se habla de hiponatremia. Nos vienen otros términos del mismo territorio, como puedan ser polidipsia o potomanía y estas alegrías léxicas nos llevan a la visión y a la voz de ahogado y ahogamiento. Y a  Phlebas el fenicio, al que Eliot ubicó en un tarot al que su misma presencia le da un toque peculiar y alternativo, aunque no estamos familiarizados con la cuestión.

Si la muerte de artista de un artista marcial -real o figurado- parece siempre una negación de sus capacidades, que no son nada si no alcanzan la omnipotencia o poco menos, si además prematura, está llamada a convocar las hipótesis más estrafalarias con su canto primaveral. La hipótesis del agua, del agua de beber -como si de Tom Jobim-, la convierte en ridícula, pequeño saltamontes.

Y eso no conviene a los artistas marciales. De hecho, nada les conviene y, si es el caso, se convierten de ortópteros a coleópteros para evitar chistes. Esta gente ha de ser astuta como serpientes y peligrosa como kantianos.



Y Wim Hof, ¿qué dice de todo esto? 

En efecto, esa es la comparación y no por las palabras de Heine que igualaban al filósofo con el amigo del pueblo: "Man erzeigt wirklich dem Maximilian Robespierre zu viel Ehre, wenn man ihn mit dem Immanuel Kant vergleicht..." y complete la frase el lector aquí. Más bien, porque abunda la especie del 'kantiano peligroso'. Si el lector continúa incólume o si ha vuelto de su excursión, entonces es seguro que recuerda a más de un personaje (Unamuno, Valverde, Bueno, Carandell) de los que han recurrido, según las mutaciones propias del imperativo anecdótico, a la historia de los fichados por la policía justamente como o, tal vez, por "kantianos peligrosos". El más peligroso quizá fuera Santiago Valentí Camp, pero cada cual suma sus partidarios.

No obstante, la peligrosidad del artista marcial o del kantiano puede acompañarse de otros rasgos no lejanos de lo expresado por el adjetivo 'ridículo' antes utilizado. Por ejemplo, en la traducción española de Weimar Culture. Causality and Quantum Theory, 1918-1927 aprendemos de Sánchez Ron que un Robert Drill era un "salvaje, fanático kantiano", lo que suena excesivo, pero es absolutamente fiel al original ("a wild, fanatical Kantian"). Lo que cuenta Forman y traduce Sánchez Ron de este kantiano es una historia verdaderamente divertida, bien es cierto que no es fácil informarse sobre este economista creo que alumno de Brentano (Franz no, Luis José) y no podemos valorar su grado de salvajismo.



¿Ánde andará?


El que no era salvaje ni ridículo era Phlebas y los detalles de su ahogamiento se nos escapan también y, en fin, 'Muerte por agua' nos confirma que La tierra baldía es un poema húmedo, que no sale de la niebla y que no escapa del agua salobre (esta con más sodio que, según los forenses retroactivos, el Bruce Lee fiambre). Pero es también un intermedio o descansillo, la más breve de las cinco partes del poema, o de las seis si contamos las notas. La brevedad conviene al recuerdo de la muerte, de la mortalidad y de que das Nichts nichtet y a veces ni eso. A la muerte le conviene casi todo, el agua y el barro. Pero decía que esta parte del poema de Eliot es breve y, en medio del mar, en una página más blanca que las vecinas, se nos antoja más bien un islote, un islote que solo reflejan mapas apócrifos. A cuya orilla, un mensajero que bate incansable ha dejado un cadáver. Lavado y lleno de agua, eso sí.


No hay comentarios: