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martes, noviembre 08, 2022

Dietario laboral: que de lejos parecen tablas de la ley

Cuando una clasificación se presenta como una lista, el esfuerzo de estructurarla (si esto de estructurarla no parece algo prejuicioso) levantará suspicacias o nutrirá refutaciones, lo cual no quita para que la clasificación, una vez se presente con una arquitectura más compleja, nos siga resultando chocante o hilarante.

Se recordará que Lakoff -en su Women, Fire and Dangerous Things- entretiene al lector con la taxonomía famosa que Borges atribuye a una supuesta enciclopedia china; y añade el lingüista que un occidental puede sentir algo parecido a la ruidosa combinación de incomodidad y juego de prestidigitación que dicha enumeración procura, justo en el momento suavemente iniciático de enfrentarse, en salacot y gayumbos, a una lengua extraña que se basaría en un explosivo rol de categorías con el que los astutos nativos fiscalizan el mundo y sus alrededores. Advirtamos al cauto lector que todo esto último, George Lakoff lo dice con mucha mayor seriedad.

Sucede que lo que encontramos en no pocas lenguas es un recurso gramatical, el de los llamados clasificadores, que es funcional pese a organizarse según una ordenación fosilizada de, por decirlo mal y rápido, lo que un día hubo o estuvo a la mano. Es decir, las lenguas funcionan pese a que parezcan incluir clasificaciones por las que no daríamos un duro y funcionan precisamente porque son algo separado de cualquier clasificación: de otra manera, porque no hay un puente directo entre la semántica y las sintaxis. El mismo Wikins, al que no lee ni el espectro de Marcelino Menéndez Pelayo (las 600 páginas en cuarto mayor que atribuye Borges al Essay Towards a Real Character and a Philosophical Language son un mero abuso de la contabilidad: suman unas cuantas más si se incluyen las dedicadas a diccionario; bastantes menos si no se hace), ya lo sabe cuando dice "For the accurate effecting of this, it would be necessary, that the Theory it self, upon which such a design were to be founded should be exactly suted o the nature of things", y dejo las cosas y las palabras de la cita tal como tenían a bien escribirlas el deán de Ripon y su época.



dictum de omni, dictum de nullo, obiter dictum 


Foucault, otro autor que se remite a Borges y a su escrito sobre Wilkins, separa a su modo lenguaje de representación, me parece, y así evita alguna contaminación. Para él, si “l’analyse a pu montrer la cohérence qui a existe, tout au long de l’âge classique entre la théorie de la representation  et celle du langage, des ordres naturels, de la richesse et de la valeur”, en nuestro tiempo esa coherencia ya no se da. De otro modo, aquí Foucault incide más en la variación temporal que en la geográfica. Ya puestos, no faltará quien descubra en las clasificaciones, las imperceptibles, las sutiles, las familiares, las que parecen urbanizaciones diseñadas por una manada de arquitectos brutalistas, no otra cosa sino el ejercicio contundente y objetivo del poder.

Ahora bien, el poder consigue su mayor esplendor cuando es aleatorio, y por eso le conviene la lista más que la tabla o la clasificación convenientemente articulada. Añadamos que quienes no se enteran del todo bien, son fácil presa, por la prosodia propia de una enumeración, de todo el aura que sobrevuela a los juicios normativos y morales, siempre prontos a provocar paradojas y otras alucinaciones, o incluso a demostrar que ninguna lógica vale nada, así que esta tampoco.

Sucede sin embargo, que el poder así expuesto es pura metafísica. Los mismos efectos suelen conseguirlos unos cuantos burócratas que se recrean y se extienden en reglamentos, en mezclar el deber ser de las churras con el prohibir de las merinas y en mejorar a la especie humana en general y a los que, siempre según un ángulo agudamente categórico, se comportan como fachas.

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