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sábado, noviembre 05, 2022

Dietario laboral: Και μετά ήρθαν οι Μπητλς

No me había percatado yo de que parte de la transliteración griega con la que el niño Bertrand Russell pretendía vedar su diario secreto a los ojos de su abuela aparece en el Logicomix de los autores griegos Doxiadis, Papadimitriou y Papadatos, y de la francesa Annie di Donna. El texto transcrito no lo he encontrado en esta tardezuela de sábado y desde luego no aparece en la Autobiografía ni en la Evolución de [su] pensamiento filosófico. En ambas obras, Russell retranscribe latine, según dice, algunos fragmentos de sus "Ejercicios griegos". En la edición de la Autobiografía de Routledge creo que hay un error en alguna fecha, pero no estoy seguro. Como digo, es sábado y me estoy preparando para un concierto. Así que todo esto lo digo con todas las reservas, incluidas las de las entradas del concierto.

El dígrafo "μπ " para representar la bilabial oclusiva sonora parece recurso más propio de un griego de nuestros días que de un niñato inglés al que le enseñasen griego como al menda este. Otros detalles son sorprendentemente similares a los usos habituales de adaptación de vocablos extranjeros a la escritura del griego. Insisto en que hablo un tanto a la ligera, pero no del todo.


voces graecas non sunt


A mí este asunto me ha amargado el día; me lo ha amargado un tanto sinestésicamente porque me ha afectado a varios sentidos y también a no pocos sinsentidos. Como se ve, la trasliteración no puede producirse de un modo biunívoco entre uno y otro alfabeto si el número de símbolos es diferente, pero sobre todo si el número de fonemas de una lengua y otra lo es. Y aquí tenemos la clave del asunto, a saber, que se trasliteran textos que corresponden a lenguas concretas y no solo cadenas de letras, como no dejarán de demostrar los señores Khrouchtchev y Jrushchov. Incluso, hay que decir que los criterios para la transliteración no se reducen a la esquemática fonología. Algunos se diría que son tradicionales o que vienen determinados por decisiones previas, y otros proceden de la misma materialidad acústica fonética (1).

En este terreno, pocas sorpresas de entidad nos llevaremos, pero observemos lo siguiente: Para que un lenguaje formal funcione deberá ser tal que admita siempre trasliteraciones perfectas. Ahora bien, esa trasliteración perfecta no significa otra cosa que el hecho de que su formalismo ha expulsado todas las materialidades concretas que en él puedan concurrir menos una, que es precisamente la que se encuentra a la base de su sintaxis, es decir, de las reglas para formar expresiones válidas a partir de unos pocos símbolos.

Si esto es un atrevimiento en el campo de las lenguas que hablamos, es -en cambio- un requisito imprescindible cuando se trata de hacer lógica, es su motor mismo, un motor que obliga a un peaje pagadero tarde o temprano. Análogamente, el funcionamiento de la semántica de una lengua como el mero inglés será negocio totalmente diferente al de la semántica de un sistema de lógica, pero en esto no entraremos. A la vista de la producción académica en este terreno, limitémonos a consignar que el lingüista deberá incluir recursos de la llamemos semántica formal en sus estudios, pero que habrá también de saber prescindir de ellos cuando se entusiasme demasiado.

Lo que obiter dictum imaginará el portentoso lector es que cualquier intento de derivar cualquier contenido ajeno a la lógica de la lógica misma, supuestamente sin nada más, podrá servir muy bien para aprender a hacer trampas al solitario, extremo este que damos por suficientemente probado en la historia de estas materias tan divertidas, al menos probado como se prueban las cosas en una disciplina con tanta tramoya como es la que fundaron Heródoto, Tucídides y el guionista del Capitán Trueno, el gran Víctor Mora.


(1) El mismo 'Papadimitrou' ejemplifica que en una publicación en español puede aparecer una transliteración que no corresponde a la escritura del español, resultado en que confluyen determinantes diversos. 


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