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viernes, noviembre 04, 2022

Dietario laboral: sub rosa

Sobre la mesa, en el volumen las casi 37 páginas the "Under the Rose" encerradas en el volumen que lo une a otras narraciones; también "Sub rosa" con sus digamos 43, las que se cuentan en el que reposa junto al primero, que tal vez no lo fueran en el publicado por La gaya ciencia en 1973.

Señalemos tres principios: Acostumbrarse a no fiarse del narrador, que del lector nunca lo hemos hecho. El océano de la ignorancia y la jarrita de la verdad, y eso tan aristotélico y bueniano del individuo en la historia, o quizá más bien de qué narices está hecha esta última. Estar avisados del soplo que nos llega del desierto o del laberinto del mar (רוח leemos en otro lugar de Pynchon y quizá un aire en otro de Juan Benet).

Se trata de dos escritores cuya presencia es contundente -ya se me está hundiendo un poco la mesa, antes se me cayeron las baldas- como lo es su prosa, que no deja resquicio alguno a la contemporización, aunque lo hacen de manera diversa, habrá que decir que de acuerdo con masas específicas no coincidentes, pero que ambas tiran para arriba -o sea, para abajo- en la tabla periódica.



natura perficit saltus


Sin embargo, esas presencias complejas suelen condensarse en pequeños fragmentos o emblemas que cristalizan en sendos planetas, planetas con tantos ríos como caminos y que adquieren así un toque fractal por el que imaginamos en un pequeño garabato un mapa fiel que contiene esos mundos y sus órbitas keplerianas cuando no se escapan por la tangente.

A propósito de "Entropy", de 1960, escribe su autor en los 1980s "But do not underestimate the shallowness of my understanding. For instance, I chose 37 degrees Fahrenheit for an equilibrium point because 37 degrees Celsius is the temperature of the Human body. Cute, huh?" , lo que nos recuerda al famoso expediente que llevó, en nombre de no se sabe muy bien qué callada eufonía, a Bradbury a titular su obra famosa Fahrenheit 451, aunque este es asunto en que la polémica aún no se ha enfriado.

En cuanto a Benet cabe pensar que todas y cada una de las que consideramos sus obras no son sino los detalladísimos planos de esas mismas obras, con los cuales -como el mapa que antes decíamos y que, según nos han confesado, contiene todo el mundo mundial salvo al filósofo F. H. Bradley- debemos contentarnos hasta que un demiurgo las copie fielmente y, ahora ya por fin, las obras reales ocupen su posición preeminente. Tonterías todas estas que más que tratar del tema del territorio y del mapa, se ocupan de aquellas totalidades que se contienen a sí mismas, que se identifican con una parte propia, y que en consecuencia ya no es propia, como aquel diccionario cuyo texto completo se inscribe en una de sus entradas. Ustedes saben a qué me refiero, pero que todo esto quede entre nosotros.

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