Vistas de página en total

sábado, noviembre 12, 2022

Dietario laboral: enseñanza basada en competencias

Supongo que los científicos e ingenieros de almas contarán entre sus preferidas Man's favorite sport?, la película en que Howard Hawks parece ilustrar, entre otras cosas, la diferencia entre saber y parecer que se sabe. No hay tal. Se saben cosas distintas y cada cual tiene su lugar propio.

Más inquietante resulta la novelita de Zweig conocida entre nosotros como Novela de ajedrez. ¿Sabe jugar o no sabe jugar al ajedrez el Dr. B.? -una pregunta que se ha repetido a propósito de los ordenadores: ¿saben estos lo que hacen? para desembocar en la de ¿qué es saber? o ¿a qué llamos saber?, y así.

Naturalmente, las situaciones que se dan entre humanos en los relatos mencionados y las que se refieren a máquinas en la literatura al respecto son muy distintas. Willoughby es perfectamente consciente de sus limitaciones y de que su trabajo habitual comporta un importante grado de impostura. El ajedrez para el Dr. B. fue un recurso clandestino e higiénico cuya aplicación supuso un peaje psíquico cuyas consecuencias son visibles en la escena culminante de la narración.

En ese sentido, ambos saben perfectamente lo que saben y lo que pueden y la trama de las obras tiene que ver más bien con la visión que los demás tienen de ellos. En cambio, es casi inmediato negar a los ordenadores un saber que no sea sintáctico, de mera ilación adecuada a un fin de operaciones, lo que equivale a pretender que nosotros, además de eso (montar una mosca ahogada, jugar la apertura Ponziani) sabemos algo que va más allá de eso.




Ὢ οἵα κεφαλή, καὶ ἔγκεφαλον ἔχει


Admitamos tal cosa, que sabemos algo que no se deja reducir a lo dicho. Pero si lo sabemos, podemos estar tentados de armar ese saber como una combinatoria de piezas que se parecerían demasiado a lo que sí que suponemos que saben las máquinas. Como este desarrollo se puede formular a varios niveles -como un juego que va creando sus propias reglas y apostando sobre las apuestas ya cerradas-, las posibilidades son inabarcables, pero siguen sin parecer esencialmente diferentes.

Lo cual solo lleva a concluir que en el saber no se halla la diferencia y, si no está ahí, solo queda una solución: el no saber. En mi opininón eso es lo que nos define: la potencialidad enorme, inaudita, del no saber. Además, ya aclaraba Ann Margret cuál era ese deporte favorito, que, desde luego, tiene que ver sobre todo con el no saber, aunque el lector solitario podrá encontrar abundante consejería en internet y otras autoayudas. Quizá para acabar diciendo, si lleva la práctica de tal deporte a sus extremos paraconsistentes, como el mismo Dr. B. (y lo ponemos en alemán para mayor misterio): "es war das letzte Mal, dass ich mich im Schach versucht habe."

No hay comentarios: