Estamos en las historias. En las bocas de los otros. A veces, dejan de estar nuestros nombres y ocupamos en un anónimo sublime las viejas historias, las tres o cuatro mil historias que siempre se repiten. Algunos, en cambio, ven como sus nombres se hacen clave del arco que es el relato (que se aleja y vuelve al nuevo lugar donde ahora estamos) y pasan a vivir en ese reino de palabras y memorias traidoras del que nos alimentamos.
Ahora mismo fantaseamos con las bocas que circulan imaginarias aventuras que se nos han adjudicado. Infames o heroicos habitamos en historias que a veces medio salen en verso, con el ritmo absurdo de alguna tonta solemnidad.
Ahora mismo fantaseamos con las bocas que circulan imaginarias aventuras que se nos han adjudicado. Infames o heroicos habitamos en historias que a veces medio salen en verso, con el ritmo absurdo de alguna tonta solemnidad.
1 comentario:
¿Tres o cuatro mil historias? Vale, entonces tenemos para rato.
Publicar un comentario