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martes, junio 19, 2007

Fiebre

Tras unos minutos en una corriente, tras unas horas después de esos minutos, resulta que tiene fiebre y la fiebre le recuerda a la infancia -cuando no es mucha, la fiebre o la infancia- o le hace pensar en la enfermedad como un destino al alcance de cualquiera.
La pequeña fiebre, la febrícula que le ha tocado y que suele acompañarse de sus raras imágenes y su raro ritmo, se pasará como se pasa un día de intermedios. De corredores, de minutos perdidos bajo la pesadilla, que vino para quedarse, del aire acondicionado; un día de trayectos repetibles, repetidos y ligeramente paranoico: Ir y no hacer lo que se debe; tener que volver; hacerlo una vez más. Pequeños olvidos que se escalonan como un calendario comprimido y que nos amenaza con sus emblemas descompuestos.
La fiebre, el aviso de un dolor de cabeza, el raro solsticio que se dibuja con compás desparejo y renqueante. Anochece.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Equinox...
Leer con fiebre, una extraña maravilla. Dejar de tener fiebre y regresar a la n.o.r.m.a.l.i.d.a.d