Las esquinas no son todas iguales: algunas otorgan perspectivas muy amplias desde las que se dominan distintamente notables cantidades de flujo humano. Y desde esos mismos cruces, por lo general, los estantes son particularmente salientes y visibles. De ahí que sus frecuentadores se caractericen por una etología propia, que no es la del acechador que busca su propia invisibilidad y sí más bien del que ostenta su figura y tiene su alibi en su propia propincuidad, en su Dasein para decirlo a la manera de Suabia, que ya es decir.
Hay que decir que tal cosa no es una rareza conductual de nuestra especie y es habitual entre la fauna parlante de las fábulas (como su nombre indica). En cualquier caso, celebremos la posibilidad del costumbrismo panóptico que la ciudad moderna con sus tiralíneas y sus otros derribos nos ofrece.
Hay que decir que tal cosa no es una rareza conductual de nuestra especie y es habitual entre la fauna parlante de las fábulas (como su nombre indica). En cualquier caso, celebremos la posibilidad del costumbrismo panóptico que la ciudad moderna con sus tiralíneas y sus otros derribos nos ofrece.
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