En el As de ayer día 21, Alfredo Relaño parece ilustrar un modo peculiar de nostalgia. Narra un encuentro en Mundaka con Iriondo. Los largos años de entrenador de éste quizá le conviertan, el último de la gran delantera, en el más futbolero de los cinco. Pero el leve, suave tinte del encuentro con un anciano que evoca recuerdos se transfiere a las responsibilidades de los actuales directivos, técnicos, jugadores, del club que traspasó a nuestro héroe a la Real Sociedad.
Las responsabilidades aquí hablan de un futuro próximo, entrevisto en el presente o el pasado de otros equipos que han decaído. Pero ahí se voltea el razonamiento de Relaño y su lección nos revela algo que es más que fútbol, si es que hay algo que no sea fútbol.
Hemos comenzado diagnosticando un tipo de nostalgia peculiar hemos dicho, pero tal vez sea la del artículo de Relaño la condición de toda nostalgia. No sólo miedo al futuro, que no es otra cosa sino una configuración fenómenica del presente (lo que alguien dice que tiene delante), sino un hablar de otra cosa, porque no sólo yo es otro, sino que el otro es un impresentable.
Hemos comenzado diagnosticando un tipo de nostalgia peculiar hemos dicho, pero tal vez sea la del artículo de Relaño la condición de toda nostalgia. No sólo miedo al futuro, que no es otra cosa sino una configuración fenómenica del presente (lo que alguien dice que tiene delante), sino un hablar de otra cosa, porque no sólo yo es otro, sino que el otro es un impresentable.
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