Anteriores en el tiempo fueron sus lecturas de los clásicos del conductismo. Clásicos aquí quiere decir algo menos que clásicos, simplemente los libros de referencia en aquel tiempo. Más tarde, entre sus lecturas se contaron otros quasi-clásicos del antimentalismo. No sólo que las condiciones materiales de la vida determinan la conciencia, sino que no te fíes de la papiroflexia de simbolistas, funcionalistas, cognitivistas y demás. El caso es que pudo haber llegado a pensar que había completado el trayecto de Putnam o alcanzado la clarividencia de Quine en la más primera de sus juventudes.
Y así decidió que no debía pensar. Creyó que no pensamos y que no deber pensar era no creer que estábamos pensando. Para evitar cualquier problema, más que concluir, intuyó que debía abandonar tan funesto espejismo de un hábito. Pienso, luego me engaño si creo tal cosa. Dejó de pensar. Pero no sabemos si fue por lo dicho.
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