Grass confiesa. La materia de la confesión es, para muchos, el no haber confesado antes. Algo que puede afearse, pero a lo que no se le niega absolución. No hay que llevar más allá una analogía que ya es engañosa verbalmente, pero quedémonos con los paradójicos caminos por los que la materia de lo declarado se contrae o se dilata no sólo como acción individual por la que el sujeto incurriría en responsabilidad, sino también como hecho o situación objetiva que hemos de valorar.
Curiosamente, los hechos van adquiriendo un tono menor, difuminado, insignificante, no los hechos de Grass, los hechos como tales: alistarse en las SS o cualquier otra cosa, pero no porque lo individual se degrade, sino porque se parte de la disculpabilidad o la culpabilidad insalvables del individuo, a gusto del consumidor.
Aunque los hechos sean de carácter único o extraordinario. O quizá es que no haya hechos de un género extraordinario o único. Es posible que cualquier error o cualquier injusticia contengan de algún modo la mayor injusticia o el más irrecuperable error. Me callo porque como esto último suena algo borgiano debe de ser una tontería.
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