Dejó la lectura del breve apólogo para algo más tarde. De tan breve, no podía considerarse culpable una dilación como ésa. Verdaderamente infinitesimal. Y no era por escasa diligencia, pues poquísima virtud era necesaria para materia tan escamoteable. Y así fue pasando el tiempo.
Se acumularon otros breves tareas, y deleznables. No se acumularon en un tiempo abstracto o en la falible memoria. Se acumularon encima de la mesa. Con todas las molestias e inconvenientes que un fenómeno de tal naturaleza puede siempre reportar.
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