Si está tanto rato mirando a las moléculas de gas lentas y rápidas (calientes al fin, propiedad ésta que, aplicada a las personas, sabemos que se compadece con el singular), será porque le gusta, porque le ponen, que para eso es un daimón, por ponernos suaves. Se calentará el hombre. Se le irá la fuerza abanicándose, o se le vendrá el desorden.
(Podemos imaginarnos a Fernan Gómez en su prime of Mr Fernangómez prestándole rostro y ademanes al fáustico personaje, pues todo el experimento mental de marras tiene algo de comedia suave y fantástica de los años cincuenta o primeros sesenta. Antes de los calentones de López Vázquez, un punto manieristas, o antes de los landescos, menos sobrenaturales pero a los que no podemos dejar de reconocer cierta eficiencia, termodinámicamente hablando.)
1 comentario:
Desde luego, en lo que a mi respecta, esos señores que nombras y sus calentones, para nada. Mil veces mejor las moléculas.
Demonio de Maxwel (de le wikipedia). Joer si promete.
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