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viernes, marzo 17, 2006

Memoria

El momento de la decisión. Después de años de fantasear con los futuros recuerdos, arrojar al jamás los objetos que no logramos (aunque quién sabe) que fueran cifra de tantas cosas y que sólo son ya signos del olvido.
Junto a la memoria, su compañero inseparable, el error. El error que los años construyen despaciosamente o tal vez a impulsos impredecibles. Y el error originario: nuestra mala inteligencia de una situación o de un gesto, redimida por la suave memoria.
Pero construir a quien recordará, a quien fija unas tachuelas en puntos de un mapa como si eso le devolviera un territorio inaccesible, esa tarea prepara quien va recogiendo los inanes guijarros de las noches y los días. La falsa iluminación del yo ahí estuve. Mejor, claro está, el habitable olvido (1).
(1) Pues, como habrá deducido el perspicaz lector, en pocos días tendré la casa en obras. Si el señor contratista no construye la casa, undichterisch wohnet der Mensch damunt d’aquesta terra encesa (un farol como Diógenes). Todo lo débil quiere ignorar la sucesión de gremios, carpinteros incluidos, que seguía diciendo Lluís Llach.

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