a Juan Villoro, a Agustín Sánchez Vidal y al Dúo Gala
Junto a la carretera metafísica
con facha de maniquí de de Chirico
asciende oneroso, único y onírico
cual algo que cojitranca mula tísica.
Es el solista, que persigue –el grupo ya llegado–
con insana intención su epifanía
protagonizar en la sesión vermut mirífica
cuando entre la balumba el terrorífico
trabajo haya concluido de los técnicos.
Asciende con un contoneo funambúlico
y descansa con ectoplásmico descaro,
concluye junto a la torre su jornada
que orgásmica la plaza rúnica acentúa.
En la enseña que acompaña la campana
que la torre corona espadañosa
con silueta entre aragonesa y maña
encuentra la clave de su esfuerzo:
Cantará la jota como un reto
cantarála boina en mano cual torero
que cita al mala bestia de un alcalde
o a un concejal cornudo de festejos
la boina será negra y como roja daltónico
en su trémolo ultrasónico podrá verla
en su trémolo un sí es no es a ratos místico.
Tras el veloz entreacto enciclopédico
de mejicano se vestirá ibérico
y cantará entre borrachos
que a veces son foráneos forasteros
corridos de caballos, de juanes y de villas.
La plaza solanácea donde rúnicas
de bandos del alcalde que ya vimos
se entrepudren inscripciones
escuchará atónita los chasquidos
de los pistones pistolones que acompañan
el concierto gordo de la banda
como los negros tordos corifean
el vuelo jayosneuma de la urraca.
El bajista siempre ecuánime en el trasfondo
marca un tiempo que no cambia
–por eso ahora el futuro se soslaya–
y puntúa las cagarrutas que dejaron
como fusas que cayeran de un perdido pentagrama
en el frontón de irregular chaflán las cabras.
Pero volvamos a la torre y a su enseña
que la clave dijimos fuera del solista
¿Qué icono la bandera suministra?
¿Qué vio el atenorado y gárrulo garrulo
que trocó la fábrica por la orquesta?
No diremos qué vio porque no vio nada:
una fantasma de algún párroco perdido
un efluvio anímico del osario
que la torre contrafuertea como un risco
la bandera de un pirata de secano
o una broma de algún César premoderno.
Vio la nada de una radio que olvidó
un jugador de tute clandestino,
un libro de arena real, complejo, por fascículos,
el brazo de un campanero que perpetuo ronda
el aposento desde el que mira
los trigales, los setos y las frondas
los triales ahora de los amigos de Foronda
como mira el vigía destemplado
el relevo que llega y reconforta.
Vio todo en un aleph
que se sumía en su onanismo,
el de ese aleph digo aunque otro de cualquiera
también para el caso nos valiera
como el del monago que fricciones
hasta la epilepsia alcanforado
entre novenas se aplicara
en su cascársela de universo de ropero,
en ese aleph seráfico y bethélico
que le permitió en el pueblo de ese año y de ese día
de tarde narcótica y nicotínica
con párpados que la última siega
llenó de raspas granosas y gramíneas
comprender que siendo nada o aún menos
su música todo le alcanzaba,
como aquel otro verano soñó que dijo
riesgos arriesgando electrogénicos:
“no, al pilón, no. No con estos músicos instrumentos
que las letras
las estamos pagando todavía.”
1 comentario:
Saco la cámara en Cameros
y me aviento pa' Jaliscoo
allí, sin duda, no hay remeros, pero me puedo subir al risco.
Si veo a Santana primero
le digo que espere a Villoro, si no lo veo a él primero, igual nos vamos a buscar el tesoro.
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