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sábado, marzo 11, 2006

El gol de Cardeñosa

Años después, al volver a verlo, comprobó que no estaba tan cerca, tan despejado el camino como él, con una seguridad sin fundamento y sin duda, lo había estado recordando. Después, años después, es posible que el vaivén le llevase, por el contrario, a alejar demasiado de la portería al jugador del Betis.
Pero lo que pudo haber considerado memoria visual inalterable había sido alterada por la hipérbole de de los discursos. Y el recuerdo de los discursos pudo haber sido deformado por las imágenes que sugerían. Ahora bien, los recuerdos tienen a veces su punto fijo y, si no pueden volver a él, es que hay nuevos puntos fijos en el mercado.
Otro efecto es el de no poder soportar lo percibido y lo entendido. Puede entonces reclamarse la verdad. Quien reclama la verdad lo hace desde la coartada formalista de que la verdad es siempre la verdad y, al tiempo, se ampara en el valor que se sigue de la relevancia que a su reclamación se le supone. Antes debiéramos preferir discursos llenos, afirmaciones contundentes, falsedades como puños que al menos no se escuden en una cáscara aérea.
Así, de la ocasión perdida ante Brasil pasamos a la épica estelar de la victoria que tuvimos en la mano y se nos escapó. De la épica que da forma al deseo de tantos fantasioso pasamos a la superación absoluta: no fue Brasil, no era Cardeñosa, el balón era cuadrado y nosotros no estábamos ante el televisor. Pero ya nos contará alguien la verdad sobre Kubala. Los ases buscan la paz.

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