Disciplinas cuyo objeto viene a sortear la individualidad: Azúa en su blog habla hoy de la estadística y se remite a un libro, el último (tan reciente que no le han puesto las cursivas al título en su página web académica) de Richard Fumerton. Y es que la estadística habla de cada uno de nosotros sin hablar de cada uno de nosotros. O ese valor se le supone.
Aquí la tentación es marcarse unos pasos de teoría. Incurramos, teoricemos, un día es un día. Aceptemos que las operaciones que no son las ocultas de la naturaleza son de dos órdenes distintos que pueden ser aplicadas a clases e individuos. Primero están aquellas que son de carácter deíctico, manipulador, baconiano: tomamos, separamos, contraponemos. Luego, las de carácter categorial: aplicamos un predicado a un sujeto. Como ve el lector, hoy nos hemos levantado de la siesta en plan Brentano. Como estamos teorizando, seguimos con la siesta, con el orinal y el pijama.
En el caso de la estadística, estos dos órdenes se administran de manera muy peculiar. El juicio estadístico se aplica a clases según métodos en que no vamos a entrar. Del individuo, o se toma a efectos de muestreo y lo que se hace entonces es pasar a afirmaciones no aplicadas a él, o se dice cuál es la probabilidad de que pertenezca a una u otra clase: es decir la asignación de un predicado viene mediada por precisamente un modo particular de evitar, de sortear a los individuos. Lo interesante no son estos dos párrafos, sino darle a todo ello la vuelta. Adiós pijama, orinal adiós y adiós documental de la dos.
Conversely, que se refiere a darle la vuelta al asunto de una cierta manera, deberíamos obtener un individuo siempre que aplicásemos los dos órdenes de operaciones a una misma estructura, lo cual no siempre sería posible. La cuestión es si podemos o no podemos y nos dedicamos a la estadística. Porque lo que viene a ocurrir es que tenemos individuo cuando operaciones de estos dos tipos se pueden hacer sobre la misma referencia. Si no, seguimos teniendo algo parecido a individuos, pero lo que sabemos de ellos, lo sabemos oblicuamente, por el espejo de la estadística, y no cara a cara: más bien diríamos que los sabemos a cara o cruz. Y eso que sabemos de un individuo a partir de la estadística nos permitirá jugar a la ruleta con ventaja, y eso a la larga. Porque siempre nos podemos colar: lo contrario es la comprobación directa, sobre el individuo, sobre el hecho individual que se perdió en el pasado. Ahí reaparecerán las probabilidades de que determinada clase de testigos se equivoquen en determinadas situaciones, de que nos equivoquemos al clasificar al testigo o de que nunca estemos en lo cierto. El error (cuadrático medio) son los otros, probablemente.
Aquí la tentación es marcarse unos pasos de teoría. Incurramos, teoricemos, un día es un día. Aceptemos que las operaciones que no son las ocultas de la naturaleza son de dos órdenes distintos que pueden ser aplicadas a clases e individuos. Primero están aquellas que son de carácter deíctico, manipulador, baconiano: tomamos, separamos, contraponemos. Luego, las de carácter categorial: aplicamos un predicado a un sujeto. Como ve el lector, hoy nos hemos levantado de la siesta en plan Brentano. Como estamos teorizando, seguimos con la siesta, con el orinal y el pijama.
En el caso de la estadística, estos dos órdenes se administran de manera muy peculiar. El juicio estadístico se aplica a clases según métodos en que no vamos a entrar. Del individuo, o se toma a efectos de muestreo y lo que se hace entonces es pasar a afirmaciones no aplicadas a él, o se dice cuál es la probabilidad de que pertenezca a una u otra clase: es decir la asignación de un predicado viene mediada por precisamente un modo particular de evitar, de sortear a los individuos. Lo interesante no son estos dos párrafos, sino darle a todo ello la vuelta. Adiós pijama, orinal adiós y adiós documental de la dos.
Conversely, que se refiere a darle la vuelta al asunto de una cierta manera, deberíamos obtener un individuo siempre que aplicásemos los dos órdenes de operaciones a una misma estructura, lo cual no siempre sería posible. La cuestión es si podemos o no podemos y nos dedicamos a la estadística. Porque lo que viene a ocurrir es que tenemos individuo cuando operaciones de estos dos tipos se pueden hacer sobre la misma referencia. Si no, seguimos teniendo algo parecido a individuos, pero lo que sabemos de ellos, lo sabemos oblicuamente, por el espejo de la estadística, y no cara a cara: más bien diríamos que los sabemos a cara o cruz. Y eso que sabemos de un individuo a partir de la estadística nos permitirá jugar a la ruleta con ventaja, y eso a la larga. Porque siempre nos podemos colar: lo contrario es la comprobación directa, sobre el individuo, sobre el hecho individual que se perdió en el pasado. Ahí reaparecerán las probabilidades de que determinada clase de testigos se equivoquen en determinadas situaciones, de que nos equivoquemos al clasificar al testigo o de que nunca estemos en lo cierto. El error (cuadrático medio) son los otros, probablemente.
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