Contaba cómo le había sacado una pequeña cantidad de dinero con la improbable teoría de la propia redención del peticionario. Nada demasiado nuevo en el modelo del timo, si lo era, en sus componentes psicológicas, en el conocimiento intuitivo o en la experiencia acumulada del prisionero y redentor. Nada especial salvo la individualidad de cada caso, de cada historia, ese rasgo que hacía a la situación perfectamente reconocible y, como un espejismo, al tiempo absolutamente nueva y distinta. Ni siquiera merecería reseña la oscilación entre una ambición convencional y la ambición de un alma caritativa por lo que hace a la “víctima” del asunto.
Un paso más allá: Yo me concedo lo que por mi propio interés me pido. Pero ése es el asunto. Un timo no es más que el desdoblarse de todos esos roles. Pero como sabemos que lo reflexivo procede de lo transitivo, hemos refutado la teoría del consumidor racional. No esta vez por la imposibilidad de conmensuración entre distintos conjuntos de bienes y servicios, sino porque somos incapaces de pensar en nosotros sin que eso sea un timo: donde la ilusión nunca se desvanece porque nos ha comprometido y habitará ya entre nosotros.
Un paso más allá: Yo me concedo lo que por mi propio interés me pido. Pero ése es el asunto. Un timo no es más que el desdoblarse de todos esos roles. Pero como sabemos que lo reflexivo procede de lo transitivo, hemos refutado la teoría del consumidor racional. No esta vez por la imposibilidad de conmensuración entre distintos conjuntos de bienes y servicios, sino porque somos incapaces de pensar en nosotros sin que eso sea un timo: donde la ilusión nunca se desvanece porque nos ha comprometido y habitará ya entre nosotros.
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