Ah, el humor. Esa suprema elegancia en boca de todas las periodistas cursis. Se trata, a saber, de reírse de uno mismo. Cómo es posible, qué atrevimiento, y en esta televisión autónomica.
Pero hay algo más que una coartada. Reírse de uno mismo es subrayarse a uno mismo. Toma identidad por vía oral y aboral. Si no existieran estos reídores reflexivos, habría que inventarlos. Allí los veríamos, como algo más que un proyecto, porque sabido es que tenemos que mirar al futuro (1). (Una hermosa fórmula para decir que a uno no le pidan cuentas, esas cosas del pasado.)
(1) Lo cual es estrictamente imposible. Como dicen los profesores Celentano y Conte: "non è possibile [...], perchè riferendoci ad un conveniente sistema de riferimento si potrebbe far si che l'effetto fosse anteriore alla causa, cosa che contradice alla definizione di effetto." Las causas se ríen de sí mismas para perseverar en su efectividad.
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