Se levanta tras la iluminación y declama: “una especie con nueve sexos, celosa del populoso coito y cuidadosa de una íntima exogamia.” Puede comprenderse que parte del interés humano de juegos como el sudoku proceda de los laberintos en que se extravía el ocioso solucionador. Asocia configuraciones complejas con configuraciones complejas y desemboca en algún resultado sublime por ridículo o ridículo por sublime. Se incorpora por segunda vez y anuncia a las cuatro paredes que le rodean: “Así es el pensamiento humano, que se proyecta sobre los materiales adecuados para progresar más rápido.” Respira: “Así las matemáticas sin ir más lejos”, ilustra.
La siesta continúa apacible, temerosa de perturbaciones más que perturbada. El periódico es ahora un prisma sobre el suelo. Antes ha sido una pirámide y acabará siendo algo que nos recordará más bien a una esfera, origami final de una tarde contra el muro de la semana, pues las tardes del domingo propenden al otoño.
Eso es la poesía, configuraciones más simples que otra cosa (“L'obélisque quadrangulaire / De mon spleen monte,…” etc.) y la hipóstasis de una nimiedad más otra, que se elevan, enhiestos surtidores, mandangas.
La siesta continúa apacible, temerosa de perturbaciones más que perturbada. El periódico es ahora un prisma sobre el suelo. Antes ha sido una pirámide y acabará siendo algo que nos recordará más bien a una esfera, origami final de una tarde contra el muro de la semana, pues las tardes del domingo propenden al otoño.
Eso es la poesía, configuraciones más simples que otra cosa (“L'obélisque quadrangulaire / De mon spleen monte,…” etc.) y la hipóstasis de una nimiedad más otra, que se elevan, enhiestos surtidores, mandangas.
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