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jueves, febrero 23, 2006

Al suelo

Las tardes a las tardes son iguales. ¿Conoce el lector las horas en que suelen estallar más frecuentemente los golpes de estado, y decimos estallar porque hasta el momento de su estallido los golpes de estado llevan una vida poco voluminosa? ¿Mañanas o tardes? ¿Unidades que se ponen en marcha a medianoche? En la teoría general de los golpes de estado se maneja el concepto de mimesis, de imitación. Algunos teóricos lo utilizan de manera polar y otros de manera gradual: Hay golpes de estados sistemáticos con todo organizado de antemano, y otros en que se espera que una acción inicial desencadene otras, esto es, determine conductas de terceros, si bien partidarios o aliados potenciales, no acordadas previamente. Los teóricos polares dicen que hay golpes sistemáticos y otros miméticos. Los gradualistas descubren distintos niveles de imitación en cada golpe.
No debe pensarse que los golpes organizados sobre una base mimética sean inferiores. Son más económicos e igualmente exitosos en media. Otras disciplinas proporcionan ejemplos claros de éxitos miméticos. Ahora bien, esta teoría puede corresponder a una ilusión y puede que todos estos ejemplos sean malos. La sombra del organicismo sobrevuela el lugar natural de los éxitos por imitación, que es social o ecológico. Pero el poder siempre agradece el enfoque organicista. Y el organicista concluye que la conducta por imitación es, tarde o temprano, un cáncer. Propende el organicista a la teología política.
El golpe de Tejero y de los otros, o los golpes de Tejero y de los otros los concebimos bajo la modalidad del golpe plural y polimorfo, lo que nos lleva un paso más allá de la gradualidad. Una lección más de modernidad que nuestro país dio al mundo si no fuera porque la historia, y no sólo la chapuza, suele ser polimorfa, etc.
Pero realmente el fracaso del golpe nos revela cómo los golpes son una cuestión de algo as sophisticated as la morfogenética. El golpe nos parece algo, pero es una nube (1) de procesos. Observe el lector cómo esas formas se desenvuelven en el espacio de la retórica, espacio que se expande a cámara rápida desde su cáscara de avellana hasta donde se acaba la asíntota. Nada es. Nos enfrentamos a un teatro de nubes.
(1) Eco dijo una vez que los brigadistas habían meditado no sobre Marx, sino sobre Wiener. Tejero creyó meditar sobre Lorenz y pensaba en Bud Spencer.
Zarra muere, al que aman los dioses (esféricos, megáricos).

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