Le llegan noticias de los grupos, de las maniobras, de cómo las piezas mueven a jugadores que se creían y que ahora son piezas. Una celebración veloz entre viñedos y guardias civiles, pero los hay que no descansan.
Los viejos socialistas ni son viejos ni han sido socialistas (¿qué se puede decir de nuestros tiempos?) pero el halago funciona. Todo halago se adapta a un formato conocido: “Eres capaz de traicionar”. A los demás les mueve simplemente un amago escasamente sutil. Eres de los elegidos y hemos pintado la negra provincia con titanlux. Aquella inmensa minoría tiene esta lectura dígase que irónica, pero quién va a detenerse en números. Cuántos incendios son precisos para que el pueblo se ilustre, se pregunta el filósofo con una tea en la mano. Eróstrato y su rara virtud pecuaria debería hacer arder clasificaciones y taxonomías, pero ese hombre ya tuvo su cuarto de hora. Ahora sólo vale la modestia: somos el inmortal que no dio fuego ni a una gavilla de sarmientos. Sólo una cosa no hay, dijo alguien que no recordamos, pero no recordamos lo que era. Esta es la fórmula, adelante con una crónica impoluta. La firma el hombre que nunca estuvo allí. Que por tanto no puede escapar.
Los viejos socialistas ni son viejos ni han sido socialistas (¿qué se puede decir de nuestros tiempos?) pero el halago funciona. Todo halago se adapta a un formato conocido: “Eres capaz de traicionar”. A los demás les mueve simplemente un amago escasamente sutil. Eres de los elegidos y hemos pintado la negra provincia con titanlux. Aquella inmensa minoría tiene esta lectura dígase que irónica, pero quién va a detenerse en números. Cuántos incendios son precisos para que el pueblo se ilustre, se pregunta el filósofo con una tea en la mano. Eróstrato y su rara virtud pecuaria debería hacer arder clasificaciones y taxonomías, pero ese hombre ya tuvo su cuarto de hora. Ahora sólo vale la modestia: somos el inmortal que no dio fuego ni a una gavilla de sarmientos. Sólo una cosa no hay, dijo alguien que no recordamos, pero no recordamos lo que era. Esta es la fórmula, adelante con una crónica impoluta. La firma el hombre que nunca estuvo allí. Que por tanto no puede escapar.
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