Las servilletas de papel y las cáscaras de las gambas. Las servilletas de papel y las cáscaras de las gambas y el serrín. Eso mismo, los días de lluvia. Naturalmente, en bares de un solo día, de una sola consumición, la barra metálica y el olor a zotal.
O las servilletas de papel sobre las que alguien ha escrito el bosquejo de la teoría definitiva. A las que también ha transparentado la grasa.
Aquella servilleta de papel que sí contenía la clave de todo y que acabó junto con las otras. En esas noches en que el mundo lo ha creado un dios borracho que, como es lógico y natural, lo ha concebido como un bar donde se acumulan más y más cáscaras de gamba, más y más servilletas de papel, más y más serrín, que alguien barre de un sitio para otro o que incluso distribuye a lo largo y ancho del local con ejemplar justicia.
O las servilletas de papel sobre las que alguien ha escrito el bosquejo de la teoría definitiva. A las que también ha transparentado la grasa.
Aquella servilleta de papel que sí contenía la clave de todo y que acabó junto con las otras. En esas noches en que el mundo lo ha creado un dios borracho que, como es lógico y natural, lo ha concebido como un bar donde se acumulan más y más cáscaras de gamba, más y más servilletas de papel, más y más serrín, que alguien barre de un sitio para otro o que incluso distribuye a lo largo y ancho del local con ejemplar justicia.
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