Las conductas egoístas con tolerancia en el nivel de satisfacción para el usuario y para el que no lo es nos sitúan ante un problema económico y ante un problema ético, pero no ante un problema moral, porque en lo que se refiere a la sociedad en su conjunto las cosas están claras.
Ante un problema ético, porque, si bien el egoísmo perjudica a los otros, no está claro que no perjudica más al propio egoísta y estos erá materia a dilucidar.
En cuanto al asunto económico y a su tratamiento científico, remítase el lector a la literatura relevante. Por nuestra parte, postularemos que lo mejor sería plantearlo al revés como si pudiera hablarse de una decisión colectiva: Se planea sortear entre algunos individuos un bien como los que aquí tratamos. El sorteo significa un castigo en el futuro para todos. El sorteo se llevará a cabo si, según, votación universal, se decide así. Puede apostarse con seguridad a que el resultado será que sí, seguramente porque el bien que se sortea parece tangible y la universalidad del castigo futuro, una suposición gratuita y fantástica.
Pero la realidad social no da cabida a tales sorteos ni a planteamientos tan transparentes. Y esa falta de transparencia quiere simplemente decir que a unos argumentos razonablemente buenos, aunque probabilísticos, siempre se les puede combatir con una dosis de mala fe.
Ante un problema ético, porque, si bien el egoísmo perjudica a los otros, no está claro que no perjudica más al propio egoísta y estos erá materia a dilucidar.
En cuanto al asunto económico y a su tratamiento científico, remítase el lector a la literatura relevante. Por nuestra parte, postularemos que lo mejor sería plantearlo al revés como si pudiera hablarse de una decisión colectiva: Se planea sortear entre algunos individuos un bien como los que aquí tratamos. El sorteo significa un castigo en el futuro para todos. El sorteo se llevará a cabo si, según, votación universal, se decide así. Puede apostarse con seguridad a que el resultado será que sí, seguramente porque el bien que se sortea parece tangible y la universalidad del castigo futuro, una suposición gratuita y fantástica.
Pero la realidad social no da cabida a tales sorteos ni a planteamientos tan transparentes. Y esa falta de transparencia quiere simplemente decir que a unos argumentos razonablemente buenos, aunque probabilísticos, siempre se les puede combatir con una dosis de mala fe.
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