Las cuestiones de física (que se distinguen de los problemas en la terminología al uso porque no buscan una solución tras más o menos complicados cálculos, sino más bien enfatizar lo polimorfa que es la disciplina) aportan no sé si al estudiante o sólo al curioso lector un contrapeso a las presentaciones sistemáticas, y ello por más que las mismas cuestiones se organicen u ordenen racionalmente.
En efecto, las cuestiones -que se leen más rápido que los problemas- nos llevan a situaciones familiares (el rocío y la escarcha, los enchufes de una casa, las interferencias en el televisor,...) sin el peaje académico de los números y esas situaciones adquieren entonces el aliento de lo fantástico. Cierto es que los problemas son más individuales muchas veces ("un convoy de mercancías compuesto de locomotora, ténder y diecisiete vagones..."), pero esa individualización lo es a costa de un cierto formulismo administrativo. En cambio, el enunciado de las cuestiones acostumbra a abrirse a géneros literarios de perspectivas inesperadas y ello paradójicamente a través de cierto laconismo.
Del sistema se pasa a la historia, disciplina ésta, por cierto, que siempre ha tenido nostalgia del sistema.
En efecto, las cuestiones -que se leen más rápido que los problemas- nos llevan a situaciones familiares (el rocío y la escarcha, los enchufes de una casa, las interferencias en el televisor,...) sin el peaje académico de los números y esas situaciones adquieren entonces el aliento de lo fantástico. Cierto es que los problemas son más individuales muchas veces ("un convoy de mercancías compuesto de locomotora, ténder y diecisiete vagones..."), pero esa individualización lo es a costa de un cierto formulismo administrativo. En cambio, el enunciado de las cuestiones acostumbra a abrirse a géneros literarios de perspectivas inesperadas y ello paradójicamente a través de cierto laconismo.
Del sistema se pasa a la historia, disciplina ésta, por cierto, que siempre ha tenido nostalgia del sistema.
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