Salimos de casa a por un helado y acabamos tomándonos un chocolate con churros. Es la primavera de abril, mes gallego, que no se sabe si va o si viene, que decía el poeta de Saint Louis Blues. Y si repasamos el menú, diremos que nos hemos atiborrado de paella a las tres de la tarde y hemos completado con el chocolate de las siete o’clock.
Empachados como los niños de antaño, salimos de la chocolatería, el aire molesto que invita a la retracción, con la determinación inamovible de ir a por un helado.
Empachados como los niños de antaño, salimos de la chocolatería, el aire molesto que invita a la retracción, con la determinación inamovible de ir a por un helado.
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