Sueño que vivo en un lugar que es mi domicilio y es mi despacho profesional, que es al tiempo el portal de mis abuelos incluido el taller del zapatero, que era cojo. Sueño que está en otra ciudad y hasta en otro país y sueño lo contrario. Sueño que el lugar, que comparto con alguien más, casi supera en desorden a mi despacho diurno y a mi mesa de trabajo, que -por lo tanto- también están en mi sueño como embajada del otro sueño.
La angustia que sobrenada toda la secuencia se concreta en que, entre papeles y cachivaches, busco y no encuentro algo muy preciso: un ordenador portátil y un disco duro. Mientras que el lugar es muchos lugares y es variable (pues ahora recuerdo que es también, y entre otras cosas, uno de mis pisos de estudiante con su pasillo y sus habitaciones a uno y otro lado), sé que busco o el sueño me indica que sé que busco dos artilugios muy bien definidos y perseverantes a lo largo de todo el drama; aunque invisibles, nombrados, pero no figurados.
Curiosamente, o no, los muebles, la cocina, las cortinas que definen una alcoba, no son de estos años de ordenadores portátiles, de memorias y desmemorias. El estilo de la casa (visto, figurado, pero también nombrado) me despierta una secreta nostalgia (aunque esto lo puedo estar imaginado ahora) de la niñez o de algún día de la niñez.
Sin que los halle y sin que la historia parezca haber concluido (o no lo recuerdo) me despierto. Son las seis y media de la mañana. El duermevela consiguiente, dado que persiste la necesidad, repite una consigna tranquilizadora: "pues era sueño, no has perdido nada y nada tienes que buscar."
Sin embargo, durante todo el día me he estado preguntado qué contenía el disco duro, qué el ordenador. Qué obras portentosas, qué revelaciones, que sueños, qué rosas, qué obsesiones o qué vigilias. Qué he perdido.
P.S.: Esto sucede dentro de la noche del 18 al 19 de diciembre de 2007. El día 18 por la mañana nos habían visitado unos auditores que querían comprobar que los ordenadores portátiles que se nos habían adjudicado estaban donde debían estar. El "alguien más" con quien comparto mi domicilio onírico era otra de las personas auditadas. Todo esto en el otro sueño.
La angustia que sobrenada toda la secuencia se concreta en que, entre papeles y cachivaches, busco y no encuentro algo muy preciso: un ordenador portátil y un disco duro. Mientras que el lugar es muchos lugares y es variable (pues ahora recuerdo que es también, y entre otras cosas, uno de mis pisos de estudiante con su pasillo y sus habitaciones a uno y otro lado), sé que busco o el sueño me indica que sé que busco dos artilugios muy bien definidos y perseverantes a lo largo de todo el drama; aunque invisibles, nombrados, pero no figurados.
Curiosamente, o no, los muebles, la cocina, las cortinas que definen una alcoba, no son de estos años de ordenadores portátiles, de memorias y desmemorias. El estilo de la casa (visto, figurado, pero también nombrado) me despierta una secreta nostalgia (aunque esto lo puedo estar imaginado ahora) de la niñez o de algún día de la niñez.
Sin que los halle y sin que la historia parezca haber concluido (o no lo recuerdo) me despierto. Son las seis y media de la mañana. El duermevela consiguiente, dado que persiste la necesidad, repite una consigna tranquilizadora: "pues era sueño, no has perdido nada y nada tienes que buscar."
Sin embargo, durante todo el día me he estado preguntado qué contenía el disco duro, qué el ordenador. Qué obras portentosas, qué revelaciones, que sueños, qué rosas, qué obsesiones o qué vigilias. Qué he perdido.
P.S.: Esto sucede dentro de la noche del 18 al 19 de diciembre de 2007. El día 18 por la mañana nos habían visitado unos auditores que querían comprobar que los ordenadores portátiles que se nos habían adjudicado estaban donde debían estar. El "alguien más" con quien comparto mi domicilio onírico era otra de las personas auditadas. Todo esto en el otro sueño.
1 comentario:
pero que bien escribes
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